Ya ha pasado un año desde la maravillosa exposición que realicé en El Escorial (ver vídeo). Y digo maravillosa por la gran acogida que tuvo, por todos los que me acompañasteis en este disfrute, por aquellos que la observaron, por los que preguntaron, por los que callaron y se emocionaron, por los que me ayudaron a construirla. Sentí la exposición como un aprendizaje y todavía hoy sigo revisando anotaciones, dibujos, escritos, proyectos que se dieron vida ese verano.
Hoy rescato las palabras que el día de la inauguración tan generosamente pronunció Fernando Mayordomo, ensayista, filósofo y profesor.
"En este
Homenaje a la Vida ,
Manuela Masago abre su alma a través de la obra que aquí comparte con nosotros.
Y si compartir es comenzar juntos un camino, a nosotros nos toca completar la
infinidad de mensajes que contiene esta exposición, introduciendo su arte en
nuestro vivir cotidiano. Porque no es arte de inerte museo el suyo, sino que anhela
la vida, la que cada uno está llamado a vivir.
El arte
no se sitúa dentro de un marco que lo delimite del mundo, sino que se entrelaza
con la realidad para darle sentido y dirección. La obra parte de la realidad
pero para volver a ella haciéndola más plena, enriqueciendo así la vida con
nuevos reflejos y posibilidades. Y es de esto de lo que trata este homenaje con
que nos obsequia Manuela Masago, de vida, de creación y evolución constante, de
la misma obra y de nosotros mismos en cuanto nos reflejamos en el arte que se
desprende de sus manos, y que nos devuelve una nueva imagen que nos invita a
reinventar nuestro ser.
El arte
abre espacios que no existían, nos descubre nuevas vías, para que entren en la
realidad y podamos circular por ellas. Es éste un primer paso, que nos muestra
un camino por el que poder transitar. Pero este es un recorrido especial y
único que cada uno debe realizar. Por ello, el sinfín de detalles que contiene esta
obra, nos invitan a traspasar lo aparente para dirigirnos a la esencia de lo
representado, y por tanto, a nuestra propia esencia, al origen, a las causas, a
los cuatro elementos que componen el mundo, y que se muestran a través del
trazo suave y sutil de una época tan frágil como es la juventud.
¿Por
qué está retratada en esta exposición la juventud? El motivo es sencillo, el
joven se encuentra a medio hacer, en una realización constante sin puerto de
desembarco. Es plena navegación en un camino que se hace y cobra existencia
sólo al ser transitado. Y ésta es la esencia de la vida, pura apertura,
constante ir hacia uno mismo, sin máscaras ni afeites que desvirtúen lo fundamental
de cada uno.
La
juventud es la fase en la que aún las máscaras no se han anquilosado al rostro,
por ello hay que volver de vez en cuando, para reencontrarse con lo más
esencial nuestro. La juventud es inmadura e imperfecta, y es de esta
imperfección de la que se nutre Manuela, porque ahondando en las disonancias y
diferencias es donde encuentra el difícil equilibrio que es la vida. Miles de
detalles disonantes que en el conjunto de la obra adquieren armonía. Los
elementos opuestos acaban encontrando lazos de amistad, que cuidan entre sedas
la fragilidad humana que la sociedad pone en cuestión y que el arte intenta
salvaguardar.
Su
propio desarrollo es esta constante búsqueda de sí misma, siempre en desarrollo,
sin fosilizarse en un estilo. Sus trazos, como las huellas de cada paso, son
cambiantes, y en cada esquina de su vida nos encontramos con una artista nueva,
que se reinventa en cada obra. ¿Qué es lo que hace que podamos decir que esta o
aquella obra pertenece a Manuela Masago? La propia originalidad de la vida que
se muestra en su arte, ya que no solo representa, sino que busca ser vida misma,
poniéndose en diálogo con el espectador y devolviéndole otra imagen que le
obliga a reinventarse. El retrato no es la congelación de un instante sino la
materialización de muchos momentos en un proyecto que comienza. La obra no es
el fin de una vida, es su comienzo.
Lo que
aquí nos presenta Manuela Masago es una llamada, un toque de atención para que
no nos olvidemos de que la vida hay que vivirla, y que para ello debemos abrir
nuestra sensibilidad y no ser rudos con la frágil esencia, para que surja la
belleza de la verdad que cada uno contiene en sus entrañas.
Círculos,
espirales, líneas transparentes que señalan mundos posibles, aún no imaginados,
que una joven cobija en su regazo, para envolver con la suavidad de la seda la
fragilidad de la vida que comienza. La mirada penetrante que se esconde, tímida
e inocente de su profundidad. Retratos de la mente que se nos muestran a través
de tan distintos gestos. Miradas perdidas, pícaras, trágicas, alegres,
penetrantes, sugerentes, anhelantes, tímidas, pero siempre profundas y vitales.
Con
esta obra Manuela quiere compartir con nosotros la alegría que la vida le ha
otorgado, una sonrisa a la vida y todo lo que ésta nos enseña. Y como la vida es
siempre algo abierto, el arte de Manuela nos hace un guiño, para que juntos
comencemos la travesía hacia lo que nos queda por ver, por hacer, por vivir. Un
homenaje a la vida es una invitación a vivir, y a esto es a lo que nos invita
Manuela, a que cada uno viva plenamente su vida, abonando así los campos de
alegría para que el interior mágico de cada uno emerja y podamos construir un
mundo desde la libertad y la alegre originalidad que todos poseemos"
Gracias, Fernando, por estas bellas palabras.